El proceso repetitivo del tejido, la acumulación de capas materiales y la transformación de los tintes naturales en cada pieza, sugieren una memoria histórica que se teje a lo largo del tiempo. Cada escultura, con sus texturas y colores, actúa como un reflejo de los ciclos de la naturaleza, celebrando tanto la vida como su constante transformación.

Estas piezas no son solo objetos visuales, sino también procesos vivos, creados con un enfoque de producción lenta. El tiempo invertido en cada uno de estos gestos manuales, lejos de ser un simple ejercicio técnico, es una invitación a reflexionar sobre la relación entre el arte, la naturaleza y el ser humano en un mundo donde el ritmo acelerado y el híper consumo predominan.

En conjunto, el proceso de tejido y el uso de materiales naturales no solo configuran una práctica artística profundamente introspectiva, sino que también abren un diálogo sobre la memoria colectiva, la resistencia al efímero y la conexión con lo esencial.